
George Shearing tomó EEE.UU por asalto. Simplemente allí no estaban
preparados para la idea de un músico de jazz de Inglaterra , o de Europa en
general. A pesar de las grabaciones de
Stefano Grappeli y de Django Reinhardt, el jazz era considerado de su
propiedad. Aquellos días pasaron. El brillante contrabajista danés Niels-Henning
Ørsted Pedersen llegó a América desde Dinamarca, Toots
Thieleman desde Bélgica, y más. Pero Shearing fue el primer europeo al que la
afición jazzera estadunidense volteó a
ver, en su propio territorio. Hoy todo es diferente, claro.
Cuando Shearing pasó en el
barco frente a la estatua de la libertad
iba ya cargado de una técnica altamente desarrollada, un tono tibio,
maravilloso control y un modo particular de tocar coros en bloque cuando
soleaba, que eran rápidamente reconocibles.
Y a su toque agregaba infusiones de un humor seco (o flemático si se quiere). Pronto organizó un quinteto que incluía
guitarra y arpa vibrante. Era un sonido totalmente fresco y en pocos
años llegó a ser tan imitado que George tuvo que buscar otros contextos,
incluyendo el trío.
Mientras tanto, la influencia de Robert Farnon también se desparramaba.
La banda de la armada canadiense que compartía tiempo de aire con la de Glenn
Miller (y eso ya dice mucho) en las transmisiones de la BBC durante la guerra
(mientras las bombas caían sobre Londres), tenía una gran sección de cuerdas y Farnon
pudo experimentar con la aplicación de técnicas sinfónicas para bailar y jazz. Después de la guerra grabó muchos de esos arreglos,
apenas enmendados, en una serie de LP’s
que capturaron la audiencia de todos los
arreglista parecidos, en todos lados. Ninguno
negó su influencia. En una visita de Bob
a Nueva York , tantos arreglistas llegaron a la fiesta dada
en su honor, que Quincy Jones dijo después: “si una bomba hubiese caído en ese
apartamento, no habría habido otra nota sobre música escrita en NY por cinco
años”.
