
A sus 78 años, Previn, después de una década nos brinda su último álbum: Alone: Ballads for Solo Piano, en el cual refleja su deuda con maestros del piano como Art Tatum, Erroll Garner y Oscar Peterson, en formas que su trabajo con tríos y combos no le permitían. Su técnica, impecable como siempre, mostrando ese toque lírico super refinado y un sofisticado sentido del color. El álbum contiene
1 Angel Eyes
2 Second Time Around
3 André's Blues
4 Darkest Before the Dawn
5 What Is This Thing Called Love
6 Night and Day
7 Bewitched, Bothered and Bewildered
8 I Can't Get Started
9 My Ship
10 Skylark
11 I Didn't Know What Time It Was/Ship Without a Sail
12 It Might as Well Be Spring
13 You're Gonna Hear from Me
Que se sepa, a ninguno de los pianistas aquí mencionados, les robaron el instrumento con el cual hasta la fecha nos deleitan sus grabaciones (talvez por el volumen, o porque no acostumbraban dejarlo recomendado, aunque se ha sabido de grupos a los que les han robado todo el equipo) . Viene esto al caso, porque otra novedad en la música, es esa expansiva moda de nuevos instrumentos musicales fabricados en serie que, tal como los “jeans” rotos y descoloridos, llegan a las manos de adolescentes con golpes, con raspones, con ralladuras y pátina, mera apariencia de una larga vida en los escenarios. Incluso hay modelos que imitan a la perfección el dañado cuerpo de guitarras o bajos legendarios, armas sentimentales que en manos de estos titanes pasaron mil y una aventuras para lograr su estado bellamente envejecido. Valga un ejemplo.
A principio de los años ochenta, Jaco Pastorius, según muchos, el más grande bajista de todos los tiempos, solía tocar en el parque Battery de Nueva York, a la orilla sur de Manhatan. Para ese entonces su bipolaridad había alcanzado grados tristemente disfuncionales y sus amigos le daban la vuelta para no pasar malas experiencias a su lado. De ser uno de los músicos más respetados alrededor del mundo, pasó a convertirse casi en un pordiosero, que entre delirio y delirio tocaba por limosnas.
Pues bien, cuenta la leyenda que un día, estando en tal parque, llamó a su colega y posterior biógrafo, el periodista Bill Milkowski, para pedirle un favor. Cuando éste llegó, a regañadientes, Jaco arrastraba su bajo en pésimas condiciones, en un estado febril que minutos más tarde lo llevaría a nadar hasta la Estatua de la Libertad, de ida y vuelta, frente a los ojos atónitos de su amigo, a quien fue encargado el instrumento momentáneamente. Esta y otras anécdotas cuentan la cantidad de veces que Pastorius depositaba su instrumento en la confianza ajena, hasta que un día, finalmente, desapareció para nunca volver a sus dedos.
La tristeza del bajista fue mucha. Puso letreros anunciando su pérdida y ofreciendo recompensas, como lo haría el dueño de una mascota amada, pero nadie respondió. Claro, se trataba del instrumento de un hombre histórico. Y así duró, más allá de la muerte del bajista, perdido durante décadas, hasta que hace muy poco alguien lo recuperó de quién sabe dónde y presumió en internet. Los estudios dicen que es el verdadero. Pieza venerada, se trata de un bajo golpeado por los años a manos de un ser genial que incubó ángeles por la presión de sus demonios.
Y la historia no para ahí. Basta ingresar a sitios como Youtube.com para ver lo que dueños y dependientes de tiendas alrededor del mundo hacen para engañar (¿satisfacer?) a su clientela. Ahí se atestigua el arte del envejecimiento inmediato vía limas, lijas, martillos, desarmadores y líquidos corrosivos, sumergiendo en la confusión el verdadero y preciado mercado de los instrumentos antiguos también conocidos como vintage.
Lo bueno es que, detrás de la fachada y sobre el escenario, hay que seguir probando con gracia lo que vive en las moradas del alma. Ahí no hay herida (aunque a André no se le nota mucho) que pueda fabricarse sin sustancia, ni engaño que dure doce compases de un blues.
There will never be another you