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En realidad no todo estaba perdido. El talentoso e inolvidable trompetista Clifford Brown, en el Paris de 1953, como miembro de la orquesta de Lionel Hampton, estaba en el estudio con un pequeño grupo de de compatriotas de la banda, tocando arreglos de Quincy Jones (también miembro). Y así, quedo esta ilustración de su inventivo genio.
En 1959, otro genio, Ray Charles dejaba este ejemplo de la canción como vehículo para cantar baladas con un sentimiento swing acompañado de coro soprano, arreglo de cuerdas y un pequeño pero sutil ensamble de jazz con sabrosas apariciones del trombón de Bob Brookmeyer.
Ya un año antes, Art Blakey y sus Jazz Messengers de entonces : Bobby Timmons, Lee Morgan, Benny Golson y Jymie Merritt, dejaban estos dramáticos solos.
El gran corazón jazzero del Alto saxofonista Art Pepper también dejó sus latidos en esta conmovedora lectura de balada con emoción genuina.
Con la ayuda del contrabajista Scott LaFaro y el baterista Paul Motian, el pianista Bill Evans reinventa la melodía, con un toque discordante pero sensitivo. Años después la volverían a interpretar en memoria de Scott, con Chuc Israel sustituyéndolo.