lunes, 27 de agosto de 2007

¿JAZZ EN EL TITANIC? RESEÑA DE UN TESTIMONIO.



EL HUNDIMIENTO DEL TITANIC. UNA VERSION NO CINEMATOGRAFICA

Nacido en Nunhead, Londres, el año 1900, Harod Bride habría pasado el resto de su vida en el anonimato de no haberse embarcado como parte del personal de radio, nueve meses antes de su hundimiento (el viernes 19 de abril de 1912) en el tristemente célebre Titanic. Y también en la pobreza, de no haberse convertido en un testigo de excepción a quien The New York Times ofreció la entonces jugosa suma de 1,000 dólares a cambió de sus declaraciones en exclusiva sobre lo sucedido.

Obviamente la declaración no tiene los ingredientes que James Cameron manejó con magistral alquimia en su épica versión cinematográfica del año 2001. No vemos el romance y la pasión del “affair” entre el artista indigente Jack Dawson (DiCaprio) y la pronto a desposarse chica de sociedad Rose Dewitt Bukater (Kate Winslet). Ni el lujo evidente en escenas de aristocráticos bailes amenizados por la banda del gran buque. Pero sí, muestras de humano afecto en declaraciones como “Nunca olvidaré el trabajo de Phillips durante los últimos terribles quince minutos. Se mantuvo en su puesto mandando y recibiendo mensajes (del vapor Carphatia que acudía al rescate). Se quedó ahí unos diez minutos, o tal vez quince, después que el capitán lo hubiera liberado. El agua comenzaba a entrar a nuestra cabina. Llegaba música desde la popa, la banda del barco tocaba una pieza de ragtime, Autumn. Phillips corrió hacia la popa y fue la última vez que lo vi vivo”. Esto, refiriéndose al operador principal de radio, a quien relevaba en el turno de la medianoche.

Y aunque cueste creerlo, el privilegiado testigo confiesa ¡no haber sentido el impacto¡ y apenas darse cuenta de lo que pasaba, hasta que, estando de pie al lado del operador diciéndole que se fuera a dormir, el capitán se asomó a la cabina y dijo “Chocamos contra un iceberg. Ya mandé hacer una inspección para saber qué pasó. Prepárense para pedir ayuda, pero esperen a que yo les avise”; regresando diez minutos después para ordenar desde el umbral de la puerta que pidieran ayuda sólo con el mensaje “CQD” (llamada internacional reglamentaria de socorro vigente en la época) “daño en el centro de la nave hacia la popa”. Según Bride, afuera se escuchaba un gran alboroto pero nada que indicara problemas.

Así, las observaciones de Bride surgieron de su continuo ir y venir para informarle al capitán sobre la comunicación con el Carpathia y muchas de ellas, seguramente, sirvieron a Cameron para agregar ingredientes a su genial mezcla alquímica y conseguir 11 premios de la Academia (incluido el de mejor Director) con su versión de 200 millones de dólares sobre el desastre. Como posiblemente también sirvieron, con menor autenticidad y recursos técnicos, a Jean Negulesco en su elegante producción de 1953 protagonizada por Clifton Webb y Barbara Stanwyck. Y a otras 3 o 4 versiones.

En síntesis, un pequeño relato que ¡Vale la pena leer¡ y en conclusión ¡La punta de un iceberg siempre depara sorpresas¡.

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