Como programado, a las diez en punto de la mañana, el anciano cura de la parroquia del barrio iniciaba la misa de cuerpo presente, con la presencia de unas veinticinco personas, la mayoría de ellas pertenecientes a la feligresía parroquial.
“… conozco a este hombre, cuyo espíritu disfruta ahora del gozo eterno al lado del Señor, podría decirse que desde siempre. Vinimos juntos del mismo país allende los mares; juntos nos llevó el Señor al estudio de su palabra en el lugar adecuado; juntos…” Se le quebró un poco la voz
- y continuó: “fuimos pecadores. Pero los caminos del Señor son inescrutables y fue su desiderio, perdón, deseo, desviarlo al camino que conduce a la ciencia; ¡sin duda, queridos hermanos, para que por esa vía conociera la magnificencia del Altísimo! Y así fue. No se contentó nuestro hermano con mirar al cielo estrellado para consolarse de la brutalidad terrestre. El que ama la luna de veras, no de bromas, no se contenta con contemplarla como una imagen, quiere entrar en una relación más estrecha con ella, quiere conocerla a ella y al espacio donde se encuentra, solía decirme cuando cariñosamente lo llamaba mi lunático preferido”.
-y prosiguió: “La iglesia no está del todo de acuerdo con la cremación, pero ayer mismo, en la extremaunción, como última voluntad me manifestó ese deseo, mencionándome un proyecto que seguía con interés desde hace muchos años sobre una tal sonda casi no sé qué, que explora Saturno y que se volvería ceniza y vaya uno a saber que más, pero en nombre de nuestro Señor no tengo objeción al respecto. Así que, descanse en paz, nuestro hermano Desiderio en compañía del Creador”.
Dicho esto, tras el ritual correspondiente, dirigió su mirada a Apolo, llamándole con un gesto facial afectuoso. Se acercó, sintiendo una extraña sensación y notando en el anciano sacerdote características físicas familiares que nunca había observado con anterioridad, pero de inmediato bloqueó esos pensamientos.
El padre Angelo, tomándolo de la mano, como no lo había hecho desde que era un niño y encaminándose a la salida -le dijo, “hijo mío, estoy enterado de tus planes y si piensas llevarlos a cabo, no olvides llevar contigo su telescopio”
“Ya lo había pensado”, respondió de mala gana.
“Sé que no tienes sus inclinaciones espaciales, pero estoy convencido y él así lo quería, que siguieras sus pasos, pero desviándote por una senda diferente; una que lleve a buscar y encontrar la poesía, más allá del sistema solar si es preciso”, -finalizó.